domingo, 10 de abril de 2011

Santidad


Cuando hablo de una confianza total en Cristo, significa no sólo confiar en su poder para salvarnos sino también en su poder para guardarnos. Tenemos que confiar en que su Espíritu nos guarda y nos conforma a la semejanza de Jesús. Piense en su propio testimonio. Hubo un tiempo en que usted era un extraño, separado de Dios, haciendo malas obras.


¿Qué buenas obras hizo usted para hacer las cosas bien con Él? ¡Ninguna! Nadie ha sido capaz de salvarse a sí mismo. Del mismo modo, nadie ha sido capaz de hacer o mantener su santidad. Somos traídos diariamente en la santidad de Cristo solamente por fe, tanto como confiemos en lo que la Palabra de Dios dice: "Si usted está en Cristo, es santo como Él es santo"


"En otro tiempo ustedes, por su actitud y sus malas acciones, estaban alejados de Dios y eran sus enemigos. Pero ahora Dios, a fin de presentarlos santos, intachables e irreprochables delante de él, los ha reconciliado en el cuerpo mortal de Cristo mediante su muerte, con tal de que se mantengan firmes en la fe…" (Colosenses 1:21-23).


Note la frase: "con tal de que se mantengan firmes en la fe", Jesús está diciendo "permanece confiando en mí, vive por fe; voy a presentarte lo más limpio, impecable, irreprensible y santo ante el Padre". Amados, esta es la obra santificadora del Espíritu Santo. A medida que el Espíritu le da poder para morir a las obras de la carne, él le llevará por su convicción y su conforte.


Solo hay una santidad: ¡la de Cristo! Por lo tanto, ningún creyente es "más santo que usted". No hay grados de santidad, sólo grados de madurez en Cristo. Usted puede ser un cristiano nuevo y aun así ser absolutamente santo frente a Jesús. Así que es absurdo que se mida con alguien a quien considera "santo". Todos somos medidos por una norma: la santidad de Cristo; si estamos en Él, su santidad es la nuestra en igual medida. No vuelva a mirar a otro cristiano para decir: "Oh, me gustaría ser tan santo como él es". Puede que usted no tenga la disciplina de esa persona o su vida de oración.


Puede que a menudo usted tenga más luchas y cometa más errores que él. Pero él no es más acepto por el Padre que usted. Con nadie debe compararse, porque ¡nadie es más querido en los ojos del Padre que usted! Querido santo, quítese los zapatos. Quite toda la dependencia de la carne. Esta es la base sobre la cual puede vivir: "Yo reclamo mi santidad, que es en Cristo Jesús. Yo soy parte de su cuerpo. Mi Padre me ve como santo, porque yo permanezco en Él".


David Wilkerson

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